martes, 18 de agosto de 2009

Primer Centenario del Futurismo Italiano

© Vilma Santillán (texto)

El movimiento futurista italiano surgió en 1909, sólo cinco años antes de que la Primera Guerra Mundial marcara el derrumbe de la civilización occidental del siglo XIX. Boccioni, Carrà, Sant’Elia, Russolo, Severini, son algunos de los nombres de sus más destacados adherentes, encabezados por el escritor y poeta Filippo Tommaso Marinetti (Alejandría, Egipto, 1876-Bellagio, Italia, 1944). El futurismo, como otras vanguardias de esa época (dadaísmo, surrealismo, constructivismo), buscaba tanto nuevas formas de expresión para la realidad del siglo XX como realizar una transformación radical de esa realidad.

En Italia, a comienzos del siglo XX y como contracara de los movimientos de vanguardia que ya se expresaban en otros países europeos, la vida cultural seguía siendo provinciana y nostálgica de su pasado glorioso que no había vuelto a repetirse, con una clase burguesa absorta en la contemplación de la tradición. En ese clima cultural nacional emergió el Futurismo, no sólo como movimiento estético sino también como modelo de comportamiento ético existencial, como revolución literaria y artística tendiente a transformar la vida política y civil del pueblo a través de la fusión del arte y de la vida, bajo un común denominador que era ideológico y político.
El movimiento futurista italiano se presentó en sociedad a través de la publicación, el 20 de febrero de 1909, de su manifiesto y programa en el diario parisino Le Figaro, firmado por Marinetti. Entre los años 1909 y 1943 se publicaron varios manifiestos futuristas más referidos a multiplicidad de temas, como pintura (1910, 1934 y 1943), escultura (1912), literatura (1910), música (1910, 1911, 1913 y 1934), teatro (1913 y 1915), arquitectura (1914), estética (1920), color (1915 y 1918), escenografía (1915 y 1923), cine (1916), declamación (1916), política (1909, 1911, 1913, 1918, 1919), cocina (1922) y hasta amor (1922). Todas estas publicaciones deben ser entendidas como programas intelectuales con una clara filosofía de base, la filosofía de la praxis (una postura frente a la vida consistente en no quedarse en lo conceptual sino pasar a la acción, rompiendo con los moldes establecidos para así producir cambios socio-político-culturales), pero también como una forma de comunicación y de propaganda, en muchos casos ‘obras maestras’ publicitarias. La ideología nacionalista y el convencimiento de que la guerra podía ser considerada como la generadora de todas las cosas, el gran evento revolucionario capaz de cambiar el equilibrio político existente y crear las condiciones para la conquista del poder por las nuevas formaciones populares, motivó la glorificación de la guerra y la adhesión del movimiento futurista a la Primera Guerra Mundial.
En el primer manifiesto futurista los firmantes se declararon admiradores de “la belleza de la velocidad” la cual había enriquecido, a su entender, la magnificencia del mundo, y a la cual deseaban expresar en todas las artes. La tecnología moderna y la consecuente velocidad lograda a partir de ella, los nuevos materiales modernos (como el acero), los nuevos medios de locomoción, como el aeroplano y el tren, todo esto lo admiraron y todo esto era aquello que valía la pena rescatar del presente que, con su velocidad, llevaba al hombre hacia el futuro, anulando tiempo y espacio.
Así mismo, para el arte futurista, el coraje, la energía, la temeridad, el peligro, la rebelión y la audacia fueron sus elementos esenciales, junto con la lucha, en la cual también encontraron belleza. El antiacademicismo futurista se proponía, entre otras cosas, liberar a su país, Italia, de un pasado anquilosado encarnado en los museos (a los cuales consideraban como cementerios que muestran sólo obras de un pasado muerto), los académicos, los arqueólogos y los anticuarios. Liberada de las ataduras académicas, la sensibilidad artística podría expresarse libremente.
Finalmente, es interesante considerar, aunque sea brevemente, las cuestiones de lo fenomenológico y lo interdisciplinario en las propuestas artísticas futuristas. La estética futurista tiene una postura fenomenológica frente al arte: se percibe con todo el cuerpo y también se crea con él. El individuo, para crear, debe desvincularse de toda servidumbre y entrar en consonancia con la vida universal. La expresión debe poder ser una interpretación de las fuerzas en movimiento, del continuo devenir universal. Ese continuo devenir se siente y se aprehende con todos los sentidos y los medios a nuestra disposición. En consonancia con esto, se pretenden borrar las jerarquías en todas las áreas artísticas para crear una nueva sensibilidad estética: en la literatura, eliminar las jerarquías de las palabras; en la pintura y la escultura, las de las formas, los colores y los materiales; en la arquitectura, también las de los materiales; en la música, aquéllas de los sonidos, introduciendo los ‘ruidos’ en la composición musical. A la par de esto, debe considerarse también la sensibilidad producida por la máquina y la elevación a categoría de arte del ‘no-arte’: objetos y actividades que hasta entonces no eran considerados artísticos.
El futurismo se expresa ya como propuesta interdisciplinaria (y que apela permanentemente a la sinestesia) desde la redacción misma de sus manifiestos, en la adjetivación y en la descripción hecha de las distintas disciplinas, en las cuales un sentido remite al otro de manera permanente, en un constante devenir. La cuestión de un arte total y global no fue ajena al pensamiento futurista, si bien, en la praxis, esto pudo llevarse a cabo sobre todo en el ámbito del teatro futurista, el cual necesitaba de los espectadores para completar la representación, prefigurando el happening de los años sesenta. Como afirmaba Marinetti: “crear un nuevo arte: la poliexpresividad, fusión de todas las artes, arte que nace con nosotros, absolutamente italiana”.

[+ info en: http://www.ubuweb.com/ y en Grisi, Francesco (comp.): I Futuristi, Grandi tascabili economici n°260, Newton, Roma, 1994. ISBN: 88-7983-454-1.]

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