jueves, 25 de junio de 2015

Niccolò Paganini: más que un virtuoso del violín (Parte I)


 
El diablo visita a Paganini en su lecho de muerte





 

Niccolò Paganini es bien conocido como el gran virtuoso del violín del siglo XIX (incluso hay quien afirma que lo fue de toda la historia de la música). Pero su vida, tanto en lo personal como en lo musical, abarca mucho más que esto.

 

Nacido en Génova, Italia, en 1782, fueron sus padres Teresa Bocciardo y Antonio Paganini. Con su padre, comerciante y músico amateur, comenzó sus estudios musicales de violín y mandolina. Con sólo nueve años dio su primer concierto público y a los trece realizó una gira de conciertos por varias ciudades de Lombardía, en el norte de Italia. Fueron sus maestros los músicos Gaspare Ghiretti, con quien estudió en Parma entre 1795 y 1796, y Giovanni Servetto, con quien cursó estudios en Génova. Paradójicamente, hasta 1813, cuando ya tenía 21 años de edad, no se lo consideró un virtuoso del violín.

 

Su adolescencia se caracterizó por la rebeldía, las continuas borracheras y una vida licenciosa. Sin embargo, tuvo tiempo y templanza para estudiar piano y guitarra, y para componer varias obras en las que esta última es solista.

 

A comienzos del siglo XIX, entre los años 1805 y 1813 fue director musical en Lucca, Italia, donde gobernaba como princesa de Lucca y Piombino la hermana de Napoleón Bonaparte, María Anna Elisa. A partir de 1813 realizó varias giras por ciudades italianas. Entre 1828 y 1831 dio conciertos en Viena, París y Londres. En París deslumbró con su técnica al músico Franz Liszt y le encargó al compositor francés Héctor Berlioz un concierto para viola y orquesta. La obra en cuestión, Haroldo en Italia, nunca fue ejecutada por Paganini. A partir de 1834 no realizó más giras, dado su mal estado de salud: sufría de sífilis y de tuberculosis pulmonar y laríngea; esta última le produjo afonía crónica en los últimos años de su vida.

 

En 1835 regresó a Parma para dar forma a una orquesta digna del Teatro Ducale local (hoy Teatro Regio de Parma). Tanta fue la rigurosidad impuesta por Paganini para seleccionar a sus músicos, que las ejecuciones de la orquesta en poco tiempo se hicieron famosas no sólo entre el público local sino en el resto de Europa. Aprovechó Paginini su tarea al frente de esta orquesta para estudiar y aplicar una reforma inspirada en los principios de la orquesta sinfónica que se estaba imponiendo en los mayores centros musicales europeos. Tras su partida de Parma en 1837 debido a intrigas varias relacionadas con su forma de llevar adelante la orquesta del Ducale, Paganini retornó a los conciertos como solista. Si bien sus condiciones de salud no eran óptimas, realizó una serie de conciertos en Italia (en Génova y Torino) y en Francia (en París y Marsella).

 

Ya muy enfermo, Paganini se trasladó a Niza y de allí a Génova, para retornar posteriormente a Niza, donde murió el 27 de mayo de 1840. Su vida desordenada junto con su fama de músico rebelde y endemoniado (sus contemporáneos creían que su prodigiosa forma de interpretar el violín se debía a que tenía un pacto con el diablo) ocasionó que el obispo de Niza le negara sepultura eclesiástica, por lo cual fue enterrado en el cementerio del lazareto de Villefranche, a varios kilómetros de la ciudad de Niza. Actualmente, sus restos reposan en el cementerio de la ciudad italiana de Parma, adonde fueron trasladados en 1876 por Aquiles Paganini, su único hijo, fruto de su relación con la cantante Antonia Bianchi.