domingo, 3 de mayo de 2009

La formación del diseñador de iluminación


© Mauricio Rinaldi (texto) y Vilma Santillán (fotografía)


Introducción

La figura del diseñador de iluminación en el espectáculo es relativamente reciente, por lo que, en ocasiones, no se tienen muy definidas cuáles son sus funciones, sus tareas o sus alcances dentro de una producción. Incluso dentro del ámbito del teatro, existen todavía hoy algunos directores y escenógrafos que, cuando se les menciona al iluminador, piensan en él como alguien que está más cerca del electricista que de su propia actividad de diseño, por lo que no lo consideran capaz de intervenir en el proceso creativo de la puesta en escena. Sin embargo, es ya un hecho el que la luz tiene un lugar de fundamental importancia en la definición de las características visuales de la escena.

Esta situación tiene dos explicaciones, una consecuencia de la otra. La primera es de carácter histórico; en efecto, refiriéndonos a los aspectos visuales del espectáculo, puede compararse al actual iluminador con el escenógrafo, y es aquí donde surge el menor valor que se le da al iluminador con respecto del escenógrafo ya que éste último tiene una tradición de siglos. Al recorrer la historia del teatro se ve que el escenógrafo como generalmente se lo concibe surge a fines del Renacimiento en Italia. Los primeros escenógrafos fueron pintores y/o arquitectos, quienes trasladaron las reglas de la composición en perspectiva utilizadas en la pintura al escenario, con lo cual la escenografía de la época se presentaba como un gran cuadro dentro del cual actuaban los personajes. De esta manera, puede verse que el escenógrafo debía ser una persona con cierta formación y conocimientos tanto técnicos como estéticos. Estos conocimientos se transmitían dentro de los talleres de cada artista (las botteghe), pero, con el transcurso del tiempo, surgieron academias y escuelas de arte donde se dio lugar a programas de formación para escenógrafos, lo cual perdura hasta hoy en universidades e institutos e arte en diversos países.

De esta situación se desprende otra, podría decirse de carácter académico, que es el hecho de las pocas posibilidades de formación que tiene una persona que desee dedicarse a la iluminación escénica. Se está en la actualidad casi como lo estaban los escenógrafos del Renacimiento, o sea, el iluminador se forma generalmente en la misma tarea de su actividad, mediante la experiencia, lo cual no permite prever la calidad del resultado. Según las posibilidades de experiencia a las que cada uno pueda acceder, así será su formación, incorporando habilidades, pero también arrastrando muchas veces errores durante años sin saberlo. Así, es muy frecuente el caso de una persona que es convocada o invitada a participar en una producción teatral como iluminador sólo por el hecho de saber algo (o mucho) de electricidad. Aquí debe resaltarse un aspecto: por lo general, se da un valor positivo al hecho de tener experiencia; y, en efecto, no puede negarse el valor de la experiencia, pero la experiencia por sí sola no garantiza el progreso profesional; hace falta, además, formación sistemática que ayude a comprender no sólo cómo hacer algo, sino también por qué. La experiencia sin capacitación sólo es rutina.


La enseñanza de la iluminación escénica

Lo anterior deja a la vista el problema actual: la necesidad de contar con programas de formación profesional en el ámbito de la iluminación escénica. Se trata de definir cómo debe ser un plan de estudios, y aquí deben considerarse los objetivos de ese plan:

1. Qué tipo de profesional se desea formar (un técnico de montaje, un operador, un coordinador técnico, un diseñador de luces, etc.).

2. Qué nivel de formación se pretende alcanzar (superior o terciario, universitario, cursos generales o específicos, complementarios para profesionales, etc.).

Las respuestas a estas dos preguntas permitirán desarrollar un plan de estudios sólido y coherente. Aquí hay que establecer algunas precisiones. Un plan de estudios no es mejor que otro por ser, por ejemplo, de nivel universitario; igualmente un curso no es peor que un plan de estudios superior. La diferencia entre cursos, seminarios, planes superiores y planes universitarios está dada por aquello para lo cual capacita cada tipo de formación. Un curso brinda conocimientos generales sobre un área en una cantidad de horas que puede oscilar entre las 10 y las 300, dependiendo de la profundidad y la variedad de asuntos que se traten, pudiendo o no capacitar para la actividad laboral según el programa, y puede ser teórico, práctico o teórico-práctico. Un seminario se orienta a un tema específico (por ejemplo, metodología de diseño, sistemas electrónicos de control, etc.) en una cantidad de horas que puede ir de las 5 a las 60, y generalmente se cursa como complemento o profundización de los conocimientos ya obtenidos en un área determinada. Un plan de estudios superior o terciario forma un profesional capaz de desempeñarse laboralmente en el ámbito para el cual se forma, pudiendo tomar decisiones para solucionar problemas del área. Un plan de estudios universitario forma un profesional no sólo capaz de desempeñarse en un determinado ámbito laboral, sino también con capacidad para desarrollar actividades académicas (investigación y desarrollo de metodologías y/o técnicas, divulgación y/o transferencia de conocimientos, y docencia). Además de estas diferencias, todo plan de estudios deberá considerar la proporción de horas asignadas a la teoría y a la práctica, especialmente en actividades como la iluminación.

Estas consideraciones no sólo son necesarias para desarrollar un programa de formación profesional, sino también para quien desee cursar estudios, ya que le permite elegir el tipo de formación que más se adapte a sus objetivos e intereses. La persona que pretenda estudiar iluminación escénica (como cualquier otra disciplina) deberá considerar el tiempo, el esfuerzo y la inversión que un determinado plan de estudios le exigirá.

Sin embargo, el problema no es sólo el de desarrollar un plan de estudios, sino también el de formar docentes, o sea, personas capacitadas para enseñar dado que los cursos y carreras de iluminación escénica son relativamente nuevos en todo el mundo. En este sentido, existe la creencia de que un buen profesional del medio será un buen docente, y esto no es necesariamente así. Se puede ser un excelente diseñador de iluminación y muy mal docente. Para enseñar una disciplina no sólo hay que conocerla, sino que se debe saber enseñarla. Es decir, se deben conocer los modos por medio de los cuales un profesional puede transmitir sus propios conocimientos a otros de manera clara, organizada y sistemática, con fundamentos teóricos y metodologías de aplicación práctica. Esto hace necesario la formación de docentes específicos, o al menos, que los profesionales del medio se sometan a un proceso de formación académico/docente. Por ello, el profesional que desee ser docente de iluminación debe aprender a enseñar lo que sabe.


Panorama actual de la formación profesional en iluminación escénica en Argentina

En el contexto mundial, las posibilidades de formación profesional en iluminación escénica se orientan fuertemente a lo tecnológico, como en Estado Unidos; combinan una buena formación en lo tecnológico con el desarrollo de la sensibilidad orientada al diseño, como en Europa; o, como en el caso de América latina, presentan opciones de formación que van desde cursos privados dictados por profesionales del medio sin titulación oficial hasta formación universitaria con titulación oficial.

En Argentina se observa una diversidad de posibilidades de formación. En el ámbito público existe una carrera universitaria dictada por el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA). En el ámbito privado existe una carrera terciaria dictada por el Centro de Arte y Tecnología (CEARTEC). En ambos casos se otorga titulación oficial. También dentro del ámbito privado pero con titulación propia, el estudio ARS LUX, dirigido por quien escribe estas líneas, brinda cursos, seminarios y jornadas de capacitación en diversos aspectos de la iluminación escénica, tanto técnicos como estéticos y de metodología de diseño. Desde febrero de 2009 han sido convocados docentes de diversas especialidades (teatro negro, iluminación LED, etc.) para integrarse a este proyecto educativo.


Conclusión

Al elegir un plan de formación profesional deberá considerarse para qué forma dicho plan o curso y si lo ofrecido responde o no a aquello que se está pretendiendo para la propia actividad profesional. En este sentido, una carrera o curso puede ser oficial o privado, terciario o universitario, teórico o práctico, etc. Una cosa queda clara: quien desee mantenerse con un buen nivel profesional, debe formarse y actualizarse frecuentemente debido a las innovaciones tecnológicas y las transformaciones estéticas que permanentemente se realizan en el ámbito de la iluminación escénica.

[+ info en: www.esteticadelaluz.com.ar y en www.tytenargentina.com.ar ]

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