sábado, 12 de septiembre de 2009

Paseando por Olite

© Vilma Santillán (texto y fotografía)

Olite era una deuda pendiente que tenía desde el año 2006 cuando, en esa oportunidad, me había acercado hasta las tierras de Navarra, en España, para visitar San Martín de Unx, el pueblo natal de mi abuela materna. La deuda la saldé en marzo de este año. Tomé, junto con mi esposo, un tren desde Zaragoza que hacía el recorrido Zaragoza-Pamplona y luego de una hora y media de viaje descendimos en el andén de la estación de Olite sólo tres pasajeros: una mujer que vivía en el pueblo, mi esposo y yo. Mi intención inicial era recorrer el pueblo, con sus calles medievales y su judería, y dedicarme un buen rato a fotografiarlo. Pero al encontrar abierto el Palacio Real preferí visitarlo y dejar el pueblo para más tarde. Y la decisión fue muy acertada, ya que este Palacio-Castillo, declarado Monumento Nacional en 1925, parece sacado de un cuento de hadas. El rey navarro Carlos III el Noble (1337-1425) le dio a la zona un gran empuje social y comercial cuando eligió a Olite como residencia predilecta, y se dedicó a ampliar el Palacio Viejo preexistente con la construcción del Palacio Nuevo, edificado en estilo gótico civil francés y decorado con el lujo y las comodidades que la época ofrecía: yesería, azulejería, vidrieras policromadas, techumbres doradas, terrazas ajardinadas con plantas exóticas como naranjos y jazmines, un pequeño zoológico y hasta calefacción por losa radiante. Si bien todo eso se perdió (excepto las cañerías de plomo por donde circulaba el agua caliente que aún son visibles en una de las terrazas del edificio), los ventanales góticos, las galerías, las muchas terrazas a distintos niveles, las torres y torretas sobrevivientes nos permiten imaginar cómo fue la vida en la corte navarra del siglo XV. Las vistas del pueblo y de los alrededores de Olite (en un día soleado se llegan a divisar Tafalla y las colinas de Ujué) bien valen la subida de varios pisos por estrechas escaleras de piedra hasta el camino de ronda del Palacio-Castillo.

Si bien este edificio atrae todas las miradas, en Olite hay otros lugares interesantes para visitar, como la iglesia gótica de Santa María, con un excepcional portal tallado en piedra del siglo XIII, y la iglesia de San Pedro, cuyo claustro románico conserva capiteles adornados con escenas del Génesis.

Para quien guste del buen beber y del buen comer, Olite está situado en un área vitivinícola donde abundan las bodegas y cooperativas de larga data, que producen vinos con Denominación de Origen Navarra. Así mismo, el pueblo es sede durante los meses de julio y agosto del Festival de Teatro Clásico, y a fines de agosto acoge las Fiestas Medievales, durante las cuales se recrea el ambiente medieval con desfiles de mercaderes, brujas, trovadores, reyes y princesas, un mercado de artesanos y exhibiciones de cetrería y arquería.

Mi visita a Olite terminó esa misma tarde de marzo cuando regresé, en tren, a Zaragoza. Esta vez éramos sólo dos pasajeros en el andén: mi esposo y yo.

[+ info en: http://www.turismo.navarra.es/ ]

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