Niccolò Paganini
© Vilma Santillán (texto)
Como dijimos en la entrega anterior, Niccolò Paganini es bien conocido como
el gran virtuoso del violín del siglo XIX (incluso hay quien afirma que lo fue
de toda la historia de la música). Pero su vida, tanto en lo personal como en
lo musical, abarca mucho más que esto.
Según la información disponible sobre
episodios de enfermedad registrados a lo largo de su vida, hoy se acepta en
círculos médicos (y musicales) mundiales que parte de su genialidad y virtuosismo
innato se debían a una conformación biológica especial relacionada con la enfermedad de Marfan y no como se lo
llegó a vincular en vida del artista con un pacto con el diablo (“el vampiro del violín” como lo llamó su contemporáneo
el poeta alemán Heinrich Heine en 1830) o con el uso de cuerdas fabricadas con
tripa de gato (por los sonidos tan agudos que llegaba a alcanzar su
instrumento).
La apariencia de Paganini era inusual:
muy alto, delgado, demacrado, pálido, con signos de envejecimiento prematuro,
un rostro cadavérico, cabellera larga y negra con marcadas entradas en la
frente, labios y nariz delgados, orejas
muy grandes y cuello alargado y arrugado. Era sorprendente la capacidad de sus
manos, si bien de tamaño normal, de extenderse al doble debido a la elasticidad
inusual de sus ligamentos capsulares de las muñecas y de las falanges (¡sus
manos abiertas medían 45cm cada una!).
Si bien no puede hacerse un
diagnóstico certero retrospectivo de la patología o patologías sufridas por
Paganini en base a los síntomas y descripciones realizadas en su época, lo más
probable es que hubiera padecido alguna de las formas de la Enfermedad de
Marfan, junto con una intoxicación crónica por mercurio debido a un uso
exagerado de esta sustancia como componente de ciertos medicamentos que
consumía desde 1820 debido, según algunos contemporáneos suyos, a sífilis
contraída en su juventud, lo cual creó en él una adicción al mercurio.
En cuanto a la Enfermedad o Síndrome de
Marfan, se trata de un trastorno del tejido conectivo producido por un
defecto en el gen que codifica la estructura de la fibrilina. Es, por ende, una
enfermedad de carácter hereditario que afecta tanto al esqueleto como al
corazón, pulmones, ojos y vasos sanguíneos. Una de sus características
principales es la inusual longitud de los miembros, así como la aracnodactilia
o “dedos de araña”, la delgadez ósea de los miembros, compromiso
cardiovascular, lesiones oculares, escoliosis, pie plano, cara estrecha y
delgada, e hipermotilidad articular.
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